Tanta vanidad sobria,
y tantos mensajes lanzados al aire,
cuando al escribir, creo tener el control,
siempre acabo entre tus brazos haciendo el amor.
No es que no me guste, es que me hiere.
Dos mundos totalmente opuestos y una misma pasión.
No entiendo como no te puedo decir no,
palabra sencilla y firme que al abrirse paso entre mi aliento
pierde el sentido de convicción.
Atada al balancear de tu sonrisa interminable y tu sed de éxito.
No me interesa nada de lo que me cuentas, no le tomo importancia
y aun así me aprisiona en embriaguez que me vuelve a llevar al
mismo lugar.
Entre estos altos edificios se entrevé el mar que abusa de tus
pies descalzos,
todo parece perfecto entre billetes y vino
pero esconde la estupidez de la ambición que os deja en el
silencio de vuestro apartamento vacío.
Tienes buen aspecto aunque cojees siempre sacas el mejor latir de
mis labios.
Me parece absurdo estar hablando de amor cuando me cortas con una
amistad cruda y cálida de sobremesa.
Me quieres volver a ver, quieres que se repita una y otra vez,
nunca he entendido esta dependencia de alma abandonada e incluso
fantaseo con tenerla en algún momento.
Poner en práctica estos entresijos que nos venden en frascos de
plástico para desear todo lo que nos falta.
De hecho, ni siquiera quiero volver a tu lado, hipotéticas estas
líneas para saldar la deuda que tengo conmigo misma.
Con este amanecer me libro de este estigma
con unas cuantas conversaciones sin importancia, con ojos expectantes de un te
amo sincero y un abrazo que me grita quédate conmigo y me suplica que lo
volvamos a intentar.
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