Vivimos en un mundo dónde es más fácil tener sexo que amor.
Sólo encuentras cuerpos satisfechos ansiosos por enamorarse,
incluso perdiendo dignidad y palabras.
Tacones y gimnasio para venderse al mejor postor,
la felicidad efímera de drogas, polvos de una noche y compras
compulsivas.
Cómo ven tus ojos el prójimo en caja de cartón mientras humedeces
labios con vino,
bigote ansioso de poder y pechos firmes para conseguir vistas al
mar.
Pisas una y otra vez sin problema rodando tu mercedes descapotable
sin lamento, ni perdón.
Cuando ya no te quepan más primaveras en la palma de tu mano
bajarás del peldaño de hormonas y película ficticia que destapa ese joven que
dispersó y vendió sus ideales al mercado de la gran manzana.
Con sudor en la frente, nada de tiempo y mirada astuta, se
despeina tu pelo mientras tienes conversaciones vacías remarcando tu imperio,
vomitas valor y humildad.
Retales teñidos por espermas egoístas de sello familiar que queman
los billetes que te hicieron renunciar a tus raíces.
Soy todo lo que te quedó al ser robado,
vulnerable, salvaje, desnuda, sin dinero pero con principios.
Digo lo que pienso, hablo lo que lucho y
escribo lo que lloro.
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