sábado, 25 de enero de 2014

Luna llena de media noche

No sé por qué, siempre al evocar un pensamiento, tiendo a girar en torno a lo mismo.
Siempre con este tono de tristeza permanente que hace que lo cuestione todo y que me hunda en ello repetidamente.
No puedes ser un romántico y morir por ello sólo porque tu cerebro no ha aprendido a ser feliz.
Es una batalla continua de suicidios intercalados por no dominar los raíles que habito.
Incluso en el momento más feliz hay que analizar la pequeñez más remota que me hace estallar en preocupaciones varias.
Admiro esas personas que caminan por la vida sin ni siquiera prestar atención a lo que tienen alrededor, que no les importan los latidos, las heridas ni las noches transeúntes.
Me miento pensando que voy a ser feliz, porque realmente disfruto con la tristeza perpetua de las líneas que escribo.
Siempre he tenido el sueño de llegar a serlo y sé que cuando quiera lo voy a ser.
No quiero a nadie que me ame ni que me diga lo que hago mal pero deseo alguien que me quiera y que lo haga de verdad.
No quiero corazones baratos cubiertos por esa falsa sonrisa de eternidad.
Quizás mis carencias emotivas hacen alejarme de ti y pensar repetidamente en lo mismo.
Puede que me falten horas de sueño pero al mirar al cielo destaco la inmensidad, lo infinito de mis capacidades y mis retos.
Ni si quiera sé si hago nada mal, no hay nada que cuestionar en mis actos, quiero fundirme y desaparecer en un estado de entusiasmo casi enfermizo.
Quiero irme lejos dónde ni tan sólo me acuerde de pensar.
Esa impulsividad que me hace volver a fumar una y otra vez a vuelto a darme señales de alerta, puede que sea hora de luchar por lo que quiero.
Pero como puedo luchar por algo que ni tan solo sé, que ni tan solo puedo describir por qué no puedo centrarme en una cosa a la vez.
Puedo ser tan simple y solo querer amor, a alguien a quien amar, a alguien con el que estancar todos mis pensamientos repetitivos y enfermizos haciendo el amor.
Porque se tienen que tener grandes sueños si lo que te hace feliz son las pequeñas cosas. Un amanecer, un abrazo.
Al intentar desmesuradamente perseguir un gran sueño vacío de contenido te condenas a divagar sobre lo que realmente careces.
No quiero dejarme engañar por estas portadas de revista y dietas de felicidad, de verdad es tan absurdo que si la gente supiera qué persigue, enloquecería de estupidez.
Por qué valoras mi físico, mis hazañas, mis sueños, mis retos, mis objetivos y mis aficiones. Son relativos, esporádicos, inalcanzables, fugaces. No son verdades.
La única verdad que tengo es lo que escribo en cada momento que hablo conmigo misma.
No hace falta que juzgues el papel que interpreto al hablar contigo, ni si quiera me interesa estar fuera de lugar.
No quiero ser perfecta, ni si quiera quiero seguir tus pasos para serlo.

Al estar fuera de juego, puedo discutir conmigo misma la enorme belleza que me supone conectar con mí alrededor y con las almas que divagan como yo.