Tu juventud te destrozo la espalda y un
par de dientes,
cuerpo apagado con luces tenues,
inventando historias de espacio y cometas
que me sedujeron y me sacaron de tristeza
de fin de semana.
Buscando las palabras correctas para
no herir tu melancolía servida sola con dos hielos me entretuve a medio camino.
Estuve viendo la película que me
recomendaste.
Ya ni siquiera recuerdas mis gustos,
soñador de piel endurecida por trabajo y
sudor.
Piezas de coleccionista que vendo
compitiendo con el mercado ilegal,
atacando peces pequeños puedes ganar
espacio en el océano.
Esbozo tu cuerpo con fósforo de colores.
Llamando tu atención te puedo tener tan
cerca que incluso puedo sentir tu aliento.
Tienes que acompasar tu cuerpo con todo lo
que piensas en este instante de mí.
Vomito todas las palabras que quiero que
escuches.
Calienta ese tazón de agua que te voy a
preparar un té,
tranquilízate y duérmete en mi regazo.
He imaginado este momento desde esta
mañana cuando me ponía los zapatos para salir en busca del metro.
Todos los ojos te enfocan a ti, pendientes
de admiración, tal y como fanales en calle sin salida.
Dame un trago de esa botella, estoy
sedienta.
Esos problemas que llevas contigo y te
llevan a buscar gramo en tierra abandonada.
Naciste para esto, hoy lo tienes más claro
que nunca,
te cuesta poco salir adelante y te miran
como loco sin rejas.
No te escondas, nadie de hecho se fija en
ti.
No compres dulces si no hay hambre para
merecerlo.
Es el último ensayo y parece que no sabes
el papel,
puede que sean los nervios, puede que sea
yo, tus ojos expectantes o mi latir en la boca escupiendo
inseguridad de principiante.
Deja de escuchar estos discursos de
motivación que te llenan de valor y whisky,
detrás del plató te voy a desnudar y a
sacar la seguridad con gritos de placer.
No entiendo lo que dices pero me da igual,
arañando tu piel saco sangre y sudor que
describen este frágil amor,
que se duerme en la última clase y te pide
los apuntes para no quedar atrás.